Las autoridades marroquíes iniciaron el día 14 del mes pasado una operación de “limpieza securitaria” en la zona de Guerguerat (conocido como el Kandahar del Sáhara) en la provincia Sáhara marroquí,  tras la que directamente se produjo una escalada del Frente Polisario, que lucha para liberar esa provincia a la que considera “colonizada” por Marruecos, y una intervención de la MINURSO para templar los ánimos, mientras el secretario general de la ONU pedía a las dos partes (Marruecos y el Polisario) que “frenaran cualquier acción que pudiera cambiar la situación actual”.

La tercera parte en discordia es Mauritania cuyo presidente recibió el pasado 11 de agosto a Mohamed Jadad, uno de los dirigentes del Polisario, hecho que los círculos oficiales marroquíes consideraron una nueva tentativa de emplear la baza del Sáhara contra Rabat por parte de Nuakchot.

Pero lo cierto es que la tensión entre ambas capitales tiene que ver históricamente con una antigua concepción marroquí que considera a Mauritania parte indivisible de Marruecos, lo que se puso de manifiesto cuando Rabat se negó a reconocer la independencia de ese país durante cinco años (1964-1969) a los que siguió una fase de tira y afloja en la relación bilateral.

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Según Rabat, las últimas medidas militares marroquíes, cuyo objetivo es la zona fronteriza de Guerguerat, solo pretenderían frenar el comercio ilegal y el contrabando, pero es natural que Mauritania haya sentido temores y reforzado su presencia militar mientras que el Polisario por su parte ha acusado a Marruecos de violar el acuerdo de alto al fuego bilateral firmado en 1991.

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Quien se detenga en la zona del Magreb (desde Libia, pasando por Túnez y Argelia, hasta llegar a Marruecos y Mauritania) hallará un panorama único de grandes conflictos sin verdadero sentido. El “pueblo saharaui” cuya independencia reclama el Polisario bajo patrocinio argelino no está en mejor situación que los ciudadanos del Sáhara que viven bajo soberanía marroquí; la situación de la población de esta región inmensa (…) no será mejor mientras los regímenes se alimenten de las diferencias securitarias, políticas y militares, mientras se levanten muros y vallas de separación (Argelia acaba de decidir levantar un muro de separación con Libia y Túnez como previamente hizo Marruecos), en lugar de abrir fronteras para la integración de los pueblos de la región y que estos puedan decidir su destino de forma democrática.

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