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Ali Husein Bakir, investigador en relaciones internacionales y cuestiones estratégicas

Hace unos días Kobani se convertía de repente en la palabra más oída en los medios de comunicación de todo el mundo. El nombre de la ciudad, que se ha convertido en un enclave en el mapa estratégico y militar, en un objetivo para aviaciones y combatientes, en la arena de un combate demoledor entre el EI y el PKK, estaba en boca de responsables internacionales y de la ONU.

Una concentración de focos como la que ha habido en Kobani no se había producido nunca. Cuando cayó Mosul casi ni oímos hablar del tema en los medios de comunicación centrados como estaban en el EI. Y antes de Mosul y de Kobani les llegó el turno a todas las grandes ciudades históricas de Siria con sus millones de habitantes, Alepo, Homs, los alrededores de Damasco, y los responsables internacionales ni se inmutaron.

Se han empleado armas químicas contra niños, se han usado misiles Scud y barriles explosivos, y se ha violado, matado, degollado e incendiado. Los crímenes de Al Asad han dejado 200.000 muertos y la mitad de la población del país, es decir, 10 millones de personas son desplazados, refugiados o pasan hambre. Pero entonces no escuchamos la voz de ninguno de los que ahora andan por el mundo pidiendo a gritos a Turquía que intervenga en esta pequeña ciudad llamada Kobani.

Cayó la capital de Yemen, Saná, y nadie dijo nada. Cualquiera que escuche las noticias creerá que el EI está a punto de tomar Washington y no una pequeña ciudad aislada en el extremo centro-norte de Siria. ¿Por qué toda esta información sobre Kobani? La respuesta gira en torno a la difícil situación de EE. UU. en la ecuación.

Washington está liderando una campaña feroz para presionar a Turquía con el objetivo de evitar la caída de Kobani y conseguir una de dos: o que Turquía arme a los kurdos en la ciudad y les asegure el apoyo logístico necesario para frenar al EI o que envíe a sus Fuerzas Armadas a la ciudad para que se enfrenten al EI.

La primera opción no es posible en la coyuntura actual si partimos de la base de que el Partido de la Unión Democrática kurdo (el PUD, la versión siria del Partido de los Trabajadores del Kurdistán incluido en las listas estadounidenses y turcas de grupos terroristas) considera a Ankara un enemigo. No es lógico que alguien arme a su enemigo. Y por otra parte, EE. UU. lleva tres años negándose a ofrecer armas a quienes supuestamente están más próximos a él, es decir, a la oposición siria. ¿Cómo y por qué esperar que Turquía vaya a proporcionar armas a una parte que la considera enemiga y a la que ella a su vez considera terrorista?

Pese a todo Ankara trató de resolver este problema e informó a Salih Muslim de sus condiciones para facilitarle apoyo: romper su relación con el régimen sirio y unirse a la oposición y al Ejército Libre, demandas razonables para que el Estado turco mantenga la armonía consigo mismo y con sus políticas.

La segunda opción es más complicada ya que requiere poner a las Fuerzas Armadas turcas en el ojo del huracán, directamente entre sus enemigos, es decir, el régimen sirio, el EI y el PKK, todo ello sin cobertura internacional ni garantías ni apoyo real, y lo más importante, sin un plan o estrategia clara y completa, lo que convierte la opción en una operación suicida. Incluso si asumimos la ejecución de esta operación sin las garantías necesarias, la capacidad de estos actores para responder dentro de Turquía es sin duda mucho mayor que su capacidad para responder dentro de EE. UU. Washington tiene derecho a decidir no enviar tropas terrestres y Gran Bretaña y Francia a no enviar aviones a Siria para atacar al EI pero Turquía parece no tener derecho a decidir lo mismo.

Washington está repitiendo los mismos errores fatales debido a su desconocimiento de la región y de la composición de la zona, y cree que puede confiar en los kurdos de Siria que se están enfrentando al EI a cambio de apoyar su autonomía, o sea, seguir el modelo iraquí kurdo, y también confiar en los clanes sirios a cambio de dinero y armas.

Parece que el EI, plenamente consciente, tomó la iniciativa de atacar a los kurdos en un punto mortal. Si el EI logra acabar con el PUD, eso significa prácticamente que Washington ya no tiene sobre el terreno una herramienta con la que hacer frente al EI en Siria. Y como los ataques aéreos no lograrán acabar con el EI, esto supone una declaración anticipada del fracaso de la estrategia de Washington contra el EI en Siria.

Esto explica la obsesión estadounidense y la locura de Kobani que llevó a las instituciones internacionales y a sus diplomáticos como el enviado de la ONU a Siria, Staffan de Mistura, a pedir a Ankara que permita a los kurdos entrar a Kobani para defenderla. ¿Cómo puede pedir el enviado de la ONU a Turquía que permita el envío de milicias kurdas a Siria mientras se la acusa de enviar a milicias islamistas? Y en caso de que Turquía lo permita finalmente ¿Adónde van a volver esas milicias? ¿A Washington? ¿A Londres? ¿A Berlín? Pues claro que no: volverán a Ankara y esta es una realidad que está siendo totalmente ignorada por no hablar de la contradicción flagrante entre los llamamientos internacionales de dejar a los kurdos entrar en Siria y el hecho de pasar por alto el flujo de chiíes y la persecución de los suníes infiltrados.

Es posible que si no se responde a las exigencias turcas, el EI acabe dominando Kobani y entonces la posición turca sería similar a la que era cuando el PUD estaba en la frontera y antes del PUD, el régimen sirio. En otras palabras, las Fuerzas Armadas turcas tratarán de trazar límites de disuasión y tratarán de no ser la parte que tome la iniciativa salvo si su seguridad nacional corre un peligro directo hasta que los estadounidenses despierten y sepan lo que exigen los hechos sobre el terreno.

 

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