A continuación ofrecemos la traducción íntegra del árabe del artículo publicado por Yassine Ayari en su blog y que le ha costado una pena de un año de prisión dictada el pasado 21 de enero  por un tribunal militar. (Más información sobre el caso en Amnistía Internacional)

La historia del general Rashid Ammar y la justicia militar

Yassine Ayari

Los acontecimientos de esta historia son más extraños que la ficción. No escribo con un alias, sino con mi nombre y apellido y asumo las consecuencias legales y morales de contar esta historia peligrosa que tiene que ver con Rashid Ammar y la justicia militar.

Después de lo que le sucedió a Ayub al Masudi y la desaparición de todos por miedo y cobardía, después de la farsa de los mártires y los heridos olvidados por todos, después de lo de Hakim al Buganmi, que está siendo juzgado en medio de la indiferencia de todos solo por criticar los servicios del hospital militar, después de lo del sargento primero Badraddín Talili, que «se suicidó» ahorcándose con su propia camisa después de una conversación con los aparatos de la seguridad militar, y después de la muerte del comandante Mujtar Lambarki a balazos, con diez balas, porque según su familia puso en duda la historia de Al Shaabani, después de todo esto no creo que haya alguien que aún dude del poder de Rashid Ammar. Sé que las consecuencias serán graves, pero asumo la responsabilidad de escribir esta historia que contaré dando nombres, sin miedo, para que el lector sepa lo que está ocurriendo en la institución militar.

¿Quién es Maruán Buguarra? Es un teniente coronel del Ejército tunecino que, pese a su carrera fracasada en Derecho, pudo ir subiendo en el escalafón militar con una rapidez increíble gracias a «los hijos de la patria». Tal vez no saben lo útil que puede ser en el Ejército ser vecino de Sayada, Hammam-Susa, Buhya o Mehdía y su alrededores. Para que se hagan una idea, los cinco generales que están bajo el mando de Rashid Ammar son de Mehdía.

Gracias a «los hijos de la patria», Maruán Buguarra pasó por encima de todos sus compañeros de promoción e incluso de quienes le precedieron cuatro promociones, y se vio a sí mismo de director de la Justicia Militar tras un período de «espera» entre la seguridad militar y la policía militar al mando de Rashid Ammar, después de una conspiración orquestada contra el teniente coronel Musa al Jalfi, para que Rashid Ammar ocupara su lugar.

Buguarra era muy cercano a Rashid Ammar. Fue su tentáculo en la Justicia y organizó la farsa del juicio contra Ayub al Masudi en la apelación y las farsas del juicio de los asesinos de los mártires, ajustó las cuentas de Rashid Ammar con Ali Seriati (de acuerdo con el expediente del caso, Seriati fue detenido por ser miembro de un comité de seguridad en el que estaba también Rashid Ammar: Seriati en la cárcel y el mariscal en libertad…) y fue también el artífice del circo judicial en el que Reda Grira y Rashid Ammar trabajaban y se coordinaban, aunque solo Grira fue llevado a juicio. Hoy Grira y Seriati evitan mencionar al mariscal, ya porque les amenazó con una parada cardiorrespiratoria, ya porque les prometió un indulto presidencial.

ali seriati

Bugarra fue también el mediador en el caso de Baraket Sahel entre el general y las víctimas a las que únicamente ofreció una indemnización económica a cambio de no implicar a Habib Bulares, Abdelaziz Ben Diá y a la alta cúpula militar de los años noventa: el general Ben Husein, el general Attar, Al Amir Sharif, el general Farza (director general de la Seguridad Militar), el general Qazqaz (director de la Justicia Militar) y Rashid Ammar (jefe de la Comisión Disciplinaria). Luego llegaron órdenes de arriba que se cumplieron al pie de la letra: la justicia militar cerró definitivamente la investigación.

Después de todos estos grandes servicios, el teniente coronel, Bugarra, se equivocó y cometió un tercer error que fue mortal.

El primer error fue reconocer en unas declaraciones a los medios de comunicación en agosto de 2011 que los francotiradores no son solo un rumor, sino parte del aparato de seguridad. A pesar de la gravedad de estas declaraciones, nadie volvió a sacarlas a relucir desapareciendo los francotiradores del caso de los mártires de la revolución.

El segundo error fue estar de acuerdo con la constitucionalización de la justicia militar y no oponerse a quitar la inmunidad a Rashid Ammar ni a la reapertura de casos por la Fiscalía Militar que el general quería que se cerraran.

El tercer error mortal fue una conversación privada en la que el teniente coronel dijo: «Si no fuera por mí, Rashid Ammar hoy estaría en la cárcel; conozco todos sus secretos y si quiero mañana mismo le arresto». Estas palabras llegaron de inmediato a los oídos del mariscal que por la noche llamó al teniente coronel Salaheddín al Qalali, del departamento de neurología y psiquiatría del hospital militar, para pedirle que recibiera a Bugarra en su casa. Cuando Bugarra fue a visitarle, Al Qalali le hizo entrega de un certificado médico que testificaba que estaba loco y que debía descansar un mes. Bugarra entendió la maniobra y decidió entrar en un enfrentamiento directo con el mariscal recurriendo al Tribunal Administrativo para apelar la decisión de su suspensión.

rchid ammar bouguerra

Cuando al día siguiente acudió a su oficina, encontró la puerta cerrada y a dos policías militares esperándole. Fue arrestado de inmediato y de forma irregular y enviado a la fuerza a Francia después de comunicar a su familia que había sufrido un derrame cerebral y que había ido a Francia para recuperarse. El teniente coronel, Maruán Bugarra, confirmó su estancia durante un periodo de tiempo en el hospital militar francés Val de Grace, en el departamento de neurología.

val de grace

Los médicos franceses confirmaron el certificado médico firmado por el teniente coronel, Salaheddín al Qalali. Un antiguo expediente médico salió a la luz sobre la depresión que sufrió Maruán Bugarra a principios de la década de los noventa. Fue una depresión de la que fue curado en el departamento de neurología, en el piso 11 del hospital militar, y que no le impidió subir en el escalafón militar con una rapidez sin precedentes y trabajar hasta llegar a la cima de la administración de la justicia militar.

Al mismo tiempo, fue despedido de la presidencia de la justicia militar y reemplazado por la teniente coronel Fauzía Bahía. Cuando volvió de Francia lo hizo bajo arresto domiciliario de manera no oficial y amenazado con sufrir un «paro cardíaco», un escándalo o un caso inventado si abría la boca.

Luego permitieron a Bugarra reapareciera en público después de un período de arresto domiciliario porque había muchos rumores sobre un posible secuestrado, un envío forzoso a Francia y su destitución en extrañas circunstancias. La versión oficial que dice que sufrió un derrame cerebral es una versión que no se creyeron quienes se vieron con él después de su repentina aparición: fuma mucho y no hay cicatrices de ninguna intervención quirúrgica. Además, quienes sufren un derrame cerebral no ingresan en el piso 11 del hospital militar.

Esta es la historia completa de la destitución del director de la justicia militar, de su repentina desaparición y de su reaparición hace poco. Se la transmito a la opinión pública asumiendo todas las consecuencias jurídicas y morales, sin máscaras y aportando nombres y lugares, para que los tunecinos sepan que mientras soldados y oficiales tratan de preservar la seguridad de la patria sacrificándose, otros tratan de hacer maniobras, secuestran y violan la ley.

Puede que Maruán Bugarra merezca lo que le ha pasado porque aceptó vender su conciencia y su patria para acercarse al mariscal que al final le dio a elegir entre «el paro cardíaco», el hospital de Al Razi o la jubilación.

Maruán Bugarra todavía sigue sin plan, observando lo que ocurre, y parece que ha aprendido la lección y aceptará la jubilación y el silencio para siempre.

Sé que muchos tendrán miedo a publicar este artículo y puede que pierda muchas relaciones y a amigos a los que incluso les da miedo mentar al mariscal, pero no me importa. No tuve miedo a Ben Ali, el comandante supremo de las Fuerzas Armadas, cuando mi padre estaba vivo, así que no voy a tenerle miedo ahora a quien se arrodillaba ante Ben Ali.

Sé que me está esperando una campaña de insultos y difamaciones como la que sufrió el ingeniero jubilado, Mohsen al Kaabi, por recordar una verdad histórica: Rashid Ammar presidía el comité de expulsión en el caso de Baraket Sahel .

Muchos no se creerán esta historia, pero he dado deliberadamente referencias y detalles que al leerlos, cualquier militar sabrá que digo la verdad.

Responsabilizo a Rashid Ammar de cualquier daño que pueda sufrir yo o mi familia y confieso a todos que gozo de buena salud y no tengo problemas cardiacos.

 

Para acceder al artículo orginal en árabe pinche aquí.

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