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Olvidad las sanciones occidentales contra Irán. Olvidad las fanfarronadas israelíes y sus amenazas con atacar el reactor nuclear iraní. Israel destruyó el reactor nuclear iraquí cuando estaba construyéndose y Occidente está negociando con Irán sobre su reactor nuclear desde hace más de diez años después de que fuera construido. Olvidad el tono hostil contra Irán que a veces se percibe en los medios de comunicación occidentales. En la política no importa lo que se oye, sino lo que es tangible. Los logros cosechados por Irán en la región a costa de los demás y con la bendición occidental y estadounidense son logros históricos a todos los niveles. No os dejéis llevar por las payasadas políticas y mediáticas estadounidenses contra Irán. Un gran experto estratega estadounidense afirmaba en una investigación estratégica realizada hace más de una década, en medio del frenesí mediático de EE.UU. contra Irán, que «el evento más importante de comienzos del siglo XXI era la alianza irano-estadounidense». Sí, la alianza irano-estadounidense. Si nos detenemos en los acontecimientos que se han producido en la región desde principios de siglo, veremos esa alianza reflejada detrás de la cortina transparente de la hostilidad occidental artificial y programada para que los árabes y los musulmanes de la región, incluida Turquía por su puesto, se duerman en los laureles.

No son ciertos en absoluto los rumores que afirman que Occidente apoya a los musulmanes suníes en Oriente Próximo mientras Rusia y China y el resto de Estados del grupo BRICS apoyan a los musulmanes chiíes representados por Irán y sus aliados. Muy al contrario, existe una especie de consenso entre las principales potencias de Oriente y Occidente para fortalecer a Irán y respaldarlo a costa de otras potencias de la región aunque un país suní tan importante como Turquía sea miembro de la OTAN. No hablamos por hablar. La expansión de Irán en Oriente Próximo a costa de Turquía y de los árabes es inequívoca. Si nos detenemos, por ejemplo, en la influencia iraní en Iraq y la comparamos con la influencia turca y árabe, teniendo en cuenta su ubicación estratégica en la frontera con Turquía y varios países árabes, concluiremos que Irán ha ganado la partida a muchos países. Incluso en Afganistán, país en el que los estadounidenses y los árabes suníes se aliaron para liberarlo de los soviéticos, Irán tiene hoy una influencia superior a la de muchos países. Que nadie olvide las palabras históricas del vicepresidente iraní en aquel entonces, Ali Abtahi, cuando puso de manifiesto la alianza con Estados Unidos para fortalecer la hegemonía iraní: «Sin Irán Estados Unidos no hubiera podido invadir Iraq y Afganistán».

No olvidemos, por supuesto, que la influencia iraní en Líbano es muy superior a la influencia árabe e islámica gracias al brazo militar que representa Hezbolá, por no hablar de su significativa influencia en Bahréin. La influencia iraní en Siria supera la influencia árabe y turca gracias a la manifiesta bendición occidental. Olvidad las denuncias occidentales contra la injerencia iraní en Siria. Hay luz verde para apoyar al bando iraní en Siria contra las demás partes que Occidente y Oriente instruyeron a Irán para interferir a favor del régimen sirio con el apoyo de Iraq y Hezbolá e inclinar la balanza a favor de las tropas sirias cuando éstas empezaron a sufrir duros ataques de las tropas de oposición. ¿Qué significa si no que al régimen sirio le lleguen armas de todas partes, mientras que Estados Unidos y Occidente prohíben las armas a los opositores? ¿No significa eso que se está apoyando a Irán y su alianza en Siria a costa de las partes que apoyan a la oposición, especialmente Turquía y los árabes?

Los que ayudaron a Irán a hacerse con Iraq no pueden permitir que pierda ahora en Siria. En otras palabras, el empoderamiento de Irán en Iraq fue solo el primer paso hacia su expansión en la zona. Es cierto que Siria ha sido una zona estratégica para Irán desde hace tiempo pero cabe preguntarse por qué Oriente y Occidente toleran la evidente intervención militar iraní del lado del régimen sirio, si no es porque apuestan más por fortalecer que por debilitar la hegemonía iraní en la región. El triunfo de Irán en Siria cambiará la faz de Oriente Próximo y la zona tendrá un inequívoco sabor iraní bendecido por EE.UU., Rusia e Israel.

La mayor evidencia de que Irán se hará con la mayor parte del nuevo Oriente Próximo es la existencia de un nuevo bloque chií unido y aliado igual, por no decir que mayor al de la antigua mayoría en Siria, Iraq y Líbano. Según el veterano investigador libanés, Elias Zogbi, el bloque chií en la región lo componen más de cien millones de personas repartidas entre Irán, Iraq, Siria y Líbano. La media luna chií, de la que habló el monarca jordano hace años, es ya un hecho consumado en términos de población y religión. En otras palabras, los chiíes tienen hoy un peso similar al de los suníes y estos últimos no están tan unidos ni alineados como quienes conforman la alianza chií.

No decimos esto con la intención de incitar a nadie contra nadie, solo apuntamos cómo se está formando un nuevo Oriente Próximo ante nosotros en el que Irán juega un papel de líder mientras las aguas corren por debajo de los pies de muchos árabes y no árabes sin que lo sepan. No hay duda de que Occidente, con Estados Unidos a la cabeza, está en su derecho de formular la región como lo estime conveniente, coordinándose con quien quiera, pero los árabes y Turquía también están en su derecho a preguntar a Estados Unidos si es realmente su aliado.

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