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Mientras bajaba las escaleras no paraba de pensar en las palabras de mi hermana mayor, Sara, después de que mi madre insistiese en que no me metiese en líos.

–Hmm… Noah, con vaqueros, sudadera, deportivas y esas mechas…, creo que pasará desapercibida.

No sabía a qué venía lo de “desapercibida”, ni a la especial insistencia de mi madre en que tuviera cuidado. No es que nuestros desayunos se distinguiesen por conversaciones profundas. Como en la mayoría de las familias, solían consistir en pocas palabras y algunas peleas por el baño. Todo ello acompañado del sermón de mi madre de que el desayuno es la comida más importante del día. Sin embargo, esta mañana era diferente. Mi hermana y mi madre tenían una expresión de preocupación y el silencio era cortante e incómodo.

Cuando llegué al portal pude ver cómo mi amiga Mariam se acercaba a mí desde la calle de enfrente. Con su caminar suave, su gesto agradable y su estilo de musulmana hipster era capaz de animar a cualquiera. Éramos amigas desde la infancia. Nuestros padres emigraron juntos y construyeron una vida aquí.

–¡Hola, Noah! ¿Qué tal? Vas con cara de empanada, ¿qué pasa?

–Nada –contesté mientras sonreía. Tenía ganas de contarle lo que me había pasado en el desayuno pero en ese momento estaba tranquila. Mariam tenía esa cualidad. Su mirada serena bajo esas grandes gafas de diseño y sus velos coloridos y estilosos hacían que te olvidases de las minucias y te cargases de confianza.

–Parece que estás de lunes –me decía mientras andábamos de camino a la parada de autobús–. No te preocupes, todo saldrá bien.

¿Cómo que todo saldrá bien? ¡Otra como mi hermana! Pero ¿qué pasaba hoy? A lo mejor se refería a la clase de tutoría en la que hablamos con nuestra tutora sobre nuestros problemas o nos echa la bronca porque algún profesor se ha quejado de nuestro grupo. Nunca me ha preocupado mucho esta clase. No sé por qué ha podido pensar que me preocupaba eso. De camino al instituto, Mariam y yo no parábamos de hablar sobre los exámenes y sobre qué temarios podrían ser más importantes. Después de quince minutos llegamos a clase. Una vez allí cada una se fue a su sitio con sus respectivos compañeros.

Volví a sentir un ambiente raro. Las expresiones de las caras de mis compañeros y los tonos de las conversaciones no parecían de una panda de adolescentes excitados que contaban sus aventuras de fin de semana.

–¡Hola, chicos! –saludé a mis compañeros e intenté colgar mi mochila en la silla–. ¿Qué tal? ¿De qué habláis?

–Hola. Pues de lo que ha pasado el fin de semana –me respondió Aitor.

–Ah, ¿sí? ¿Qué ha pasado? –dije con una sonrisa pensando en que podría enterarme del chisme de la semana.

–Tía, ¿cómo que qué ha pasado? –exclamó Alba sorprendida–. Lo de París, Noah.

¡Los atentados!

–Sí, joder, ¡vaya putada! –continuaba Aitor.

–Sí, ha sido una desgracia –afirmé a los dos.

–¿Por qué hacen esto? –me preguntó Alba.

–No sé, ¿por qué lo voy a saber yo? –respondí con extrañeza.

–¡Chicos, chicas! ¡Venga, cada uno en su sitio que empezamos la clase! –gritó Laura, la profesora, mientras se dirigía al escritorio.

Al girarme para sentarme bien miré a Mariam que también parecía acorralada por las preguntas de otros compañeros. Nos miramos fijamente y lo entendí todo.

–¿Qué pasa que andáis tan concentrados en lo que habláis? –preguntó la profesora al grupo de amigos sentados cerca de Mariam.

–Estábamos hablando de los atentados de París, profe –contestó Gema.

–¡Ah! Bueno, ¿y qué pensáis? –preguntó la profesora un poco sorprendida de que ese fuese un tema de conversación entre adolescentes.

–Pues que está mal y es injusto –respondió Mario.

–Y tú, Mariam, ¿qué piensas?

En pocos segundos Mariam se había convertido en el punto de mira. Al llevar hiyab se había convertido en el centro de interrogatorios y tenía que explicar por qué había podido pasar esto, qué es lo que dice el islam sobre la violencia y explicar posibles casos políticos. Una chica de 16 años tenía que explicar y defender que los musulmanes no tenían nada que ver con la violencia. ¡Como si una chica de esa edad tuviese que saber todo eso!

–Y tú, Noah, ¿qué piensas? –la pregunta de la profesora Laura consiguió que toda la clase se girase para mirarme.

–Pues… está muy mal porque todas las vidas son sagradas –era una frase que me había preparado mientras Mariam hablaba, ya que mi instinto me decía que sería la siguiente en intervenir.

–Lo hacen por su religión –escuché decir a Diego en la otra mesa.

–¡No! Eso no es así, no es nuestra religión. ¡Eso no tiene nada que ver!

–¡A ver, chicos, tranquilos! Diego, eso no es así. Escuchadme…

La profesora empezó a explicar lo que había pasado. Me giré para ver a Mariam. Cerró los ojos y me sonrió moviendo la cabeza como afirmando que estaba bien. No estaba segura, sabía que estaba tan incómoda como yo. Puede que no llevase hiyab como ella pero me sentía igual de vulnerable. Poco a poco las imágenes iban cobrando sentido en mi cabeza: los informativos, las tertulias, los debates, los numerosos “Yo soy París” y las reflexiones y condenas de mi hermana y de todos nuestros conocidos musulmanes en las redes sociales. Todo encajaba. Ahora entendía la preocupación de mi madre, la frase de mi hermana, la actitud cabizbaja de Mariam en el autobús intentando esquivar las miradas de otros pasajeros. Lo entendía y eso es lo que me daba miedo.

Mis compañeros escuchaban con atención mientras levantaban las manos para poder expresar su opinión. Todos tenían algo que decir y un bando que elegir. Todos menos yo porque ya había sido elegido por mí. Mis manos sudaban, mis pensamientos se esparcían. La presión me podía. Escuchaba palabras y explicaciones sobre lo que supuestamente soy o tengo que ser. No era capaz de procesar esa información. No comprendía la insistencia de la profesora en dividir el mundo en dos: ellos, nosotros, musulmanes, europeos, españoles, marroquíes… Pero ¿por qué? ¿Por qué mi mundo se tenía que basar en elegir un bando? ¿Acaso es tan difícil entender que todo eso pertenece a mi ser?¿Por qué se insistía en dibujar que mi identidad era una lucha permanente entre dos mundos enfrentados en la que la combinación era imposible? Tenía ganas de levantarme y responder a estas preguntas. Quería mirar a mis compañeros y decir:

–Chicos, soy española de origen marroquí y musulmana practicante sin velo. Amo con locura a una de mis mejores amigas, Mariam, española musulmana con velo. Me opongo a todos los ataques terroristas y violentos pero soy, además, muchas cosas más…

Pero no pude. Las miradas sentenciadoras de mis compañeros me intimidaban.

Alba, empujándome hacia ella, me susurró:

–Pero vosotros, o sea, Mariam y tú, estáis en contra de esto, ¿verdad?

Y entonces entendí que no solo estaba destinada a un bando que no conocía, sino que, desde ese momento, ya no sería la Noah de siempre para mis amigos, con la que salían los fines de semana, reían y compartían las mismas frustraciones y sueños. Desde ahora sería diferente, sería la otra.

Fátima Tahiri Simouh (asesora del proyecto Kifkif)

Publicado por Alkalima

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