Artículo originalmente publicado en Afkar/Ideas, primavera de 2013Jorj Abou Mhaya

El reconocimiento y aumento de la difusión que el cómic ha vivido en los últimos años a nivel internacional, ha tenido también su propio episodio en el mundo árabe con un florecimiento de producciones arriesgadas de gran calidad que en los últimos años han logrado sobrepasar el límite de las revistas de tebeos para niños, que parecía la frontera del noveno arte en el mundo árabe. La presencia de los tebeos en lengua árabe no es un fenómeno espontáneo, sino un complicado proceso de evolución mezcla de producciones de autores locales con influencias de las grandes escuelas internacionales, básicamente la estadounidense y la europea, pero más tarde también el manga japonés.

La primera revista para niños en árabe, “Al Madrasa”, se creó en Egipto en 1893, pero con una orientación más educativa que divulgativa. Este tipo de revistas se reprodujeron en distintos países árabes, pero en ninguna aparecían tiras de dibujos con diálogo. Volvió a ser Egipto la pionera al publicar en 1952 la revista Sindibad, aunque no introdujeron los bocadillos con texto hasta entrados varios números, se considera la primera revista de cómic en el mundo árabe. En esta revista publicaron sus primeros dibujos algunos de los dibujantes egipcios que marcarían esa época como Hiyazi (Hijazi en transcripción inglesa) o Mohieddine Al Labbad. A las historias de Simbad pronto le salieron otros competidores como la también egipcia Samir (1955) que seguía el mismo modelo de revista para niños que le ha servido para mantenerse en el mercado hasta hoy en día. El contenido es una suma de historietas en forma de tebeos sobre todo de autores árabes pero también se incluyen textos divulgativos, cuentos ilustrados, pasatiempos, lecciones históricas y religiosas adaptadas, etc. En los sesenta y setenta aparecen desde otros puntos del mundo árabe otras propuestas similares como la revista siria Usama, de trasfondo socialista, o la libanesa Bisat al Rih.

En los años setenta llegan las traducciones de los cómics estadounidenses de las editoriales Marvel o DC cómics con sus superhéroes como Supermán o Batman traducidos al árabe. Al mismo tiempo llegan traducciones al árabe de la escuela franco-belga como Tintín o Asterix y Obelix. Estas dos corrientes serán las principales influencias para una nueva generación de dibujantes que serán los que tendrán que luchar precisamente con estos titanes de la industria del cómic mundial para mantener el espacio de las historias árabes en el mercado del tebeo árabe. Esta competencia elevó el listón de la producción árabe que ha conseguido mantener fiel a su público gracias sobre todo a las revistas periódicas como la citada Samer y otras como Mayed, Basem o Aladín. Si bien estas revistas se han mantenido hasta día de hoy adaptándose a las temáticas que exige el público, las traducciones de superhéroes o de cómic europeo prácticamente desaparecen en los años 80, quizá desplazados por la irrupción de las series de animación en televisión, no solo de estos mismos superhéroes sino también del manga japonés. La desaparición de las traducciones de cómics extranjeros coincide con iniciativas como la revista Tosh Fish (1975) o la Jad Workshop en Líbano que dinamizaron la creación del cómic árabe y su introducción en distintos ámbitos.

 

Superhéroes árabes

A pesar de la escasa producción de tebeos árabes en los años 90 el trabajo de los dibujantes en las mencionadas revistas para niños crea un tejido de experimentados artistas que en los primeros años de este siglo empiezan a generar obras en distintos formatos. Uno de ellos será la creación de superhéroes siguiendo el modelo estadounidense pero intentando añadir una impronta árabe. La mayoría de estos proyectos responden a un interés personal de jóvenes creadores que han crecido leyendo este tipo de aventuras y desean crear su propio proyecto.

En 2004 se crea la empresa egipcia AK Comics, con la idea de hacerse con este nicho de mercado. La empresa es responsable de títulos como “Zein, el último faraón” o “La princesa de la oscuridad”, cuya protagonista Aya no se diferencia mucho de las voluptuosas superheroínas occidentales sin que aportase nada específicamente árabe a la trama que tampoco era nada original. Ninguno de estos dos productos consiguió mantenerse en el mercado más de seis números. El fracaso de este proyecto, como el de otros muchos similares en la región, tiene seguramente factores intrínsecos, como el mencionado problema de originalidad, pero otros estructurales del sector como la extremadamente débil red de distribución a nivel panárabe además del fragmentado mundo de los lectores del cómic en la región. Algo similar le ocurrió al jordano Suleiman Bajit (Bakhit) quien fundó en 2006, Aranim, una empresa de cómics y juegos online. A pesar de un primer éxito con algún juego para redes sociales de temática árabe y una serie de propuestas novedosas e implementadas con una gran calidad técnica como el personaje Nar, la empresa dejó de funcionar en 2011. Otra iniciativa personal carente de continuidad han sido el personaje Jinn Rise, creado en febrero 2012 por Sohaib Awan con la idea de aunar lo mejor de occidente y de Oriente Próximo. Gold Ring creado por el emiratí Qais Sedki y dibujado por el japonés Akira Himekawa, fue el primer manga producido en el mundo árabe. Las aventuras de Sultán, un joven emiratí y su halcón, a pesar de la gran cobertura mediática y la historia atractiva disponible en inglés y en árabe solo ha conseguido desde 2009 hasta marzo de 2012 sacar dos números. El mismo carácter perecedero tuvo Sarab.co, el primer cómic árabe interactivo, donde sus aproximadamente 2000 lectores decidían cómo debía continuar la historia.

También hay historias de éxito y perseverancia como por ejemplo la heroína Malaak, creación de la libanesa Yumana Medlech (Joumana Medlej) que desde su aparición en 2006 ya ha publicado en internet su quinta entrega. Disponible en inglés y francés la autora ofrece una serie de contenidos extras para versiones impresas y de pago en formato de libro electrónico. Otra joven artista que ha conseguido mantener su producto utilizando las nuevas vías de explotación que ofrece internet es el manga para adolescentes “Grey is…” de la jordana Diana M. al Abbadi.

Pero sin duda el gran éxito del mundo del cómic árabe ha sido la serie “Los 99”. Creada por el psicólogo kuwaití Naif Al Mutaway basando sus personajes de 99 nacionalidades distintas en los 99 nombres de Allah ha conseguido en menos de una década crear una franquicia que no solo produce tebeos a un ritmo estable (en árabe e inglés), sino también crear una serie de dibujos animados que en la actualidad se ve en televisiones de más de 70 países. Algunos de los elementos que explican el éxito de este proyecto ha sido la originalidad de la idea, saber encontrar el punto medio entre exotismo y credibilidad en sus personajes, además de haber contado con profesionales veteranos en el mundo de los superhéroes como Fabian Nicieza o Stuart Mooreel.

 

Novelas gráficas y cómic alternativo

Más allá de los superhéroes o del manga hay un productivo espectro de artistas creando novelas gráficas, historias cortas de cómic, proyectos comunes como revistas, fanzines o trabajos en internet que son el reflejo de una nueva generación de jóvenes árabes muy bien formados técnicamente, de gran creatividad y con una serie de influencias muy variadas lo que se refleja en el riquísimo universo de estas nuevas creaciones. Los dos principales polos de este nuevo cómic árabe son Beirut y El Cairo.

En 2007 aparece en Líbano la revista Samandal, deudora del trabajo de Jad Workshop. Pero las influencias son tan variadas como las trayectorias personales de cada uno de los autores. Una de sus fundadoras, Lena Merhech (Merhej) es lectora asidua de la escuela francesa, como se puede apreciar en sus historias que han dado lugar a una novela gráfica en 2011 titulada “Murraba wa lavan au keif asbahat ummi lubnaniya”. Otro de sus fundadores, Fuad Mezher, asegura que para él sus principales influencias vienen igualmente de más allá del mar, de Europa y Estados Unidos, pero también del trabajo en red con artistas locales e internacionales. Su contribución en Samandal con la serie “The Educator” basado en un estilo claro de blancos y negros con pocas concesiones a los grises ha sido una de las mejor recibidas por los lectores. La revista comenzó como un medio para compartir historias en Beirut pero rápidamente se extendió y cuenta en sus 15 números publicados hasta ahora con colaboradores de lugares tan distintos como Egipto, Emiratos, Jordania, Alemania, Bélgica o Brasil. El proyecto de Samandal es más que una revista pues también realizan actividades educativas relacionadas siempre con el mundo del cómic y la creatividad.

Un producto parecido pero de carácter genuinamente egipcio y con menos aspiraciones literarias es la revista Tok Tok. Su número cero salió a la calle durante el principio de la revolución egipcia en enero de 2010, aunque el proyecto ya llevaba más de un año fraguándose. Su fundador y actual coordinador Mohamed Shennawy se confiesa no muy interesado en los cómics de superhéroes, más influenciado por trabajos de dibujantes egipcios como Mishel Maaluf y Fawaz que marcaron la época de los 80. La gama de influencia en esta generación más joven es más amplia pues tienen acceso gracias a internet y a una mayor facilidad para viajar a obras más diversas. Tras el triunfo de la revolución egipcia Shennawy asegura que “trabajamos con un mayor espíritu de libertad, creíamos que con la revolución podíamos decir cualquier cosa con nuestra revista, pero finalmente decidimos ir subiendo poco a poco el listón del atrevimiento para ir comprobando la respuesta de nuestros lectores”. La experiencia es positiva pues la temática se ha ido ampliando en sus ocho números incluyendo temas más políticos, historietas con sexo, drogas e incluso algún escarceo con la religión. La autocensura o el miedo a la represión social más que institucional también ha sido un aspecto muy debatido en la redacción de Samandal, que número tras número han ido provocando con cierto tiento sin que de momento hayan tenido problemas, pues el público a quien se dirigen es muy específico, todavía marginal en las sociedades árabes, la mayoría muy expuesto ya a producciones internacionales que tratan todo tipo de temas.

Estas iniciativas han inspirado otras de diversa calidad como las también egipcias Jarich al Saitara, Autoestrad o el fancine Zine el Arab editado desde Jordania, pero respaldado por el grafitero egipcio Ganzeer.

En este marco creativo han surgido proyectos personales de mayor extensión, como el mencionado libro de Lena Merhech, o la catalogada como primera novela gráfica árabe “Metro” del egipcio Megdi al Shafaai, prohibida cuando salió en 2007 bajo la excusa de que contiene una escena de sexo, cuando su verdadero peligro para el régimen de Mubarak era el despiadado retrato que hacía de la corrupción del país. Las únicas dos novelas gráficas árabes traducidas al español son las obras de la libanesa Zeina Abirached, “Me acuerdo” y “El juego de las golondrinas”. Abirached usa un lenguaje visual muy geométrico, en blanco y negro, con cirta similitud a la autora de Persépolis, por lo que en alguna ocasión ha sido apodada la Satrapi árabe. Más onírico es el libro Ana wa Ana de Mishel Hana y Rania Amín, compuesto por una serie de ensayos literarios ilustrados. También de una dibujante egipcia, A.S. Selim (Seleem), es “18 yauman” escrito por Ramy Habib (Habeeb) en el que se narran con un guión pobre pero con dibujos interesantes de inspiración manga los 18 días que tardó el presidente egipcio en dimitir tras el comienzo de la revolución egipcia. Desde Líbano se han presentado en 2013 dos novelas gráficas que tienen como epicentro Beirut, una es «Beyrouth» de Barrack Rima y la segunda “Ikht hal balad: chou b7ebbo” de Zina Mufarrich (Mufarrij), ampliación de su exitoso blog sobre la sociedad libanesa que refleja la historia de amor y odio de su autora con la ciudad.

Estos ejemplos de productos culturales minoritarios se enmarcan dentro de una corriente más amplia de artistas árabes que están creando todo tipo de proyectos novedosos para sus entornos que van desde músicas como el hip hop a libros ilustrados, dibujos animados, grafitis, etc. Este grupo de creadores es el icono de la parte más rompedora de la joven sociedad árabe, pero como hemos visto no desde una perspectiva de negación de su propia idiosincrasia sino desde la mezcla y la interrelación con otras partes del mundo.

 

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