El domingo día 30 de julio millones de egipcios salieron a la calle en todas las ciudades del país respondiendo a la convocatoria del Movimiento Tamarrud (Rebelión) que lanzó a comienzos del mes de mayo una campaña para recoger firmas entre la población para pedir la dimisión del presidente, Mohamed Mursi. Solo en la ciudad de El Cairo hubo más de una decena de manifestaciones que se dirigieron a la Plaza Tahrir y al palacio presidencial de Al Ittihadiya. Mahmud Badr, coordinador general del Movimiento Tamarrud explicó en una rueda de prensa celebrada el pasado sábado que la campaña del movimiento había conseguido reunir 22.134.465 firmas, superando el primer objetivo de la movilización: 15 millones. El Movimiento ha dado un plazo al presidente que finaliza el martes 2 de julio a las 17.00 horas. Los manifestantes acampados en Tahrir y frente al palacio presidencial mantendrán la protesta hasta que Mursi dimita. Los partidarios del presidente siguen concentrados desde el viernes en la plaza de Rabea al Adauiya, en el barrio cairota de Medinat Naser.

A continuación publicamos cuatro artículos que analizan la situación previa esta nueva fase de la revolución egipcia, pero también lo sucedido el día 30 de julio, sus consecuencias y los posibles escenarios futuros.

27-06-13, AL ARAB

El camino hacia el 30 de junio

Mustafa al Labad, es escritor egipcio, director del Centro Regional de Estudios Estratégicos (RCSS)

Al Safir (Líbano), 24/06/2013

Traducción: Fundación Al Fanar

Está previsto que el próximo 30 de junio millones de egipcios participen en las manifestaciones multitudinarias convocadas por la oposición para pedir la caída del gobierno de Mursi y de su grupo los Hermanos Musulmanes. La expectación y el interés por el día 30 se deben al estado de polarización que vive el país un año después de que Mursi se sentara en la presidencia como representante de los Hermanos Musulmanes y se vaticinará un cambio profundo en la escena política egipcia y también en el panorama regional. Los Hermanos Musulmanes dominan el panorama político posterior a la Primavera Árabe en Egipto y Túnez, y  se han convertido, junto a sus filiales en los países de la zona y sus alianzas regionales con Turquía y Qatar, amén de sus relaciones con EE.UU., en uno de los pilares del actual panorama político de la zona. Por esta razón las manifestaciones de la próxima semana tendrán consecuencias en Egipto pero también repercusiones directas en el panorama regional e internacional (…)

En cualquier Estado el poder se asienta sobre cuatro pilares: las instituciones políticas, la economía, los medios de comunicación y los aparatos policial y militar. El equilibrio de fuerzas lo mide la capacidad de los actores principales para influir en esos pilares. En el caso de los Hermanos Musulmanes,  estos han extendido su control sobre la Presidencia de la República, la Presidencia del Gobierno y el Parlamento. Dominan la Presidencia de la República desde que obligaran a los egipcios a elegir entre un candidato del antiguo régimen y un candidato de los Hermanos Musulmanes y los egipcios eligieran a éste último por un 51% de los votos. Dominan la Presidencia del Gobierno desde que el primer ministro, Hisham Qandil, fuera elegido por la Presidencia de la República directamente. Dominan el Parlamento desde la Declaración Constitucional de Mursi del año pasado con la que traspasaba las competencias del Parlamento al Senado una cámara, en principio, sin competencias legislativas y dominada por los Hermanos Musulmanes y la corriente islamista. Además de todo esto, Mursi ha nombrado a nuevos gobernadores fieles a los Hermanos Musulmanes o a la corriente islamista apretando el puño del grupo sobre el poder ejecutivo y las instituciones políticas. Si analizamos el segundo pilar del Estado, la economía, veremos cómo los grandes empresarios del grupo (Jairat Shater, Hasán Malek y Ahmad Abu Hashima) a día de hoy no tienen una parte destacada del mercado a pesar de haber asumido por completo los mecanismos de mercado en la era de Mubarak y de sacralizar la agenda neoliberal (…) Según estimaciones objetivas, los empresarios de la corriente islamista solo controlan el 10% de la economía egipcia. El tercer pilar, el de los medios de comunicación, no puede reducirse a los medios de comunicación públicos a pesar del importante papel que está desempeñando el ministro de Comunicación de los Hermanos Musulmanes, Salah Abdelmaqsud, para someter a grandes instituciones como los diarios Al Ahram y Al Ajbar o la televisión pública egipcia. Los medios de comunicación privados egipcios propiedad de empresarios egipcios han demostrado su utilidad a la hora de influir en la opinión pública incluso antes del 25 de enero de 2011 y su capacidad para movilizar a millones de egipcios que normalmente no participan en política (a los que se conoce como el «partido del sillón») para bajar a la calle el próximo domingo. Por el momento parece que lo han conseguido. El último pilar, tal vez el más importante en el caso de Egipto, es el de los aparatos policial y militar, en este punto conviene hacer una aclaración. En Egipto hay una gran diferencia entre las fuerzas del Ministerio de Interior, cuya cúpula está dominada por los Hermanos Musulmanes, y la institución militar a la que éstos no dominan, sino que conviven con ella. Mubarak controlaba las fuerzas de Interior que se colapsaron en tres días de demostraciones durante la Revolución del 25 de enero de 2011, pero la institución militar bajó a la calle y obligó finalmente a Mubarak a dimitir para evitar así el colapso total del régimen, y por lo tanto de sus intereses.

A pesar de que los Hermanos Musulmanes están intentando imponer la realidad política como un hecho consumado, la lectura acertada de la realidad de los otros tres pilares, el económico, el mediático y el militar es que la asociación islamista no tiene una influencia certera sobre ellos.

El referéndum del pueblo

Amer al Shobaki

Al Masri al Yaum01/07/2013

Traducción: Fundación Al Fanar

No tenemos que pensar que la caída del presidente electo es el objetivo o puede ser un triunfo en sí mismo. El triunfo es que esa caída se produzca a través de un mecanismo democrático de cambio de régimen, es decir, a través de elecciones presidenciales anticipadas o de un cambio global en la estructura interna del sistema (gobierno, gobernadores y fiscal general) y que quien decida entre esas opciones no sea la elite opositora sino la salida del pueblo a la calle y su empeño en cumplir sus objetivos.

Durante un año de gobierno de Mursi, Egipto ha sido testigo de una serie de decisiones y políticas que no solo han sido malas sino que además han hecho arraigar el sentimiento en un amplio sector de la población de que es el grupo de los Hermanos Musulmanes el que gobierna para sí mismo y no para el pueblo egipcio, y que su objetivo no es la reforma sino el control de las instituciones del Estado, la venganza y el ajuste de cuentas.

El discurso conservador de los Hermanos Musulmanes, cuando estaban en la oposición y fuera del poder, se transformó en un discurso revolucionario, pero cuando llegaron al poder usaron la revolución y la legitimidad revolucionaria para hacer frente a los opositores y políticos, para controlar, que no reformar, las instituciones del Estado y a la cabeza de ellas la Justicia (…).

Las políticas de los Hermanos Musulmanes y su reclamo del poder a cualquier precio han puesto a todo el mundo en contra de ellos a diferentes niveles. Se ha pasado del rechazo de la gente a las políticas fracasadas de Mursi por una transformación en la conciencia de un amplio sector del pueblo egipcio que simpatizaba no hace mucho con los Hermanos Musulmanes, a un rechazo y un odio sin precedentes (…)

Los Hermanos Musulmanes han fracasado de forma devastadora en su primer año de gobierno; ha llegado el momento de establecer nuevas reglas constitucionales y legales que creen una alternativa democrática que no pueda ser dominada por la facción que gobierne el país desde detrás de los muros de «la oficina de orientación».

El  Egipto de hoy, mañana

Mustafa al Labad, es un escritor egipcio, director del Centro Regional de Estudios Estratégicos (RCSS)

Al Safir (Líbano)

Traducción: Fundación Al Fanar

El poder de Musri cayó ayer en un sentido estratégico (…) Egipto se encuentra a las puertas de una nueva y larga etapa histórica y ante diversos escenarios posibles. La revolución de Egipto también va a tener repercusiones sobre la composición político-ideológica de la zona y tiene significados en los que debemos detenernos.

Un tiempo relativamente corto nos separa de la caída de Mursi, su gente y su clan en el poder (…) Hoy los egipcios protegen su antiguo Estado enseñándoles a los Hermanos Musulmanes la clara diferencia entre poder y Estado. El poder puede ser un espacio de competencia y lucha pero el Estado egipcio no es un punto de vista ni un espacio para el regateo. Ahora la pelota está en el campo de Mursi y de su grupo, ¿anunciarán elecciones presidenciales anticipadas, lo que indicará que han aprendido de Mubarak, o se demorará, habrá sangre y será juzgado como está siendo juzgado Mubarak? Las corrientes extremistas terroristas aliadas con su grupo no se someterán con facilidad a la voluntad del pueblo e intentarán obstaculizar su marcha en pro de sus intereses. La misma existencia de la organización de los Hermanos Musulmanes, y no solo el sillón de la presidencia es lo que estará en el aire en caso de derramamiento de sangre (…)

La caída del gobierno de Mohamed Mursi no sólo afecta a su persona y a su grupo, sino que tendrá una serie de repercusiones regionales e internacionales. La victoria de la revolución egipcia en la segunda fase significará la extirpación del gobierno de los Hermanos Musulmanes y de todo el sistema internacional-regional que los llevó al poder, que los ha apoyado durante un año completo. La caída de Mohamed Mursi significará la caída del proyecto estadounidense del Gran Oriente Próximo que preparó George Bush hijo y que Obama revivió con gran sagacidad usando la Primavera Árabe como caballo de Troya para hacerlo realidad. La revuelta de los egipcios para recuperar su revolución destapa la mentira de la imagen de una América dominando el mundo y controlando sus hados. Sus lazos institucionales con Egipto no le permiten controlar a millones de egipcios que están cambiando las ecuaciones del equilibrio sobre el terreno. (…)

La pregunta de la que huyen todos los egipcios

Abdelbari Atuán, redactor jefe del diario Al Quds al Arabi

Al Quds al Arabi01/07/2013

Traducción: Fundación Al Fanar

La pregunta que se impone en estos momentos, después de que ayer salieran miles de opositores del presidente Mursi a manifestarse en Tahrir y ante el palacio de la Presidencia, es la siguiente: ¿Qué hacer ahora? ¿Qué va a pasar hoy, mañana, en los próximos meses?

Reconozcamos  una verdad en la que todo el mundo debe detenerse: Egipto vive una situación crítica que se agrava, que se complica cada minuto y que discurre en paralelo a una división cada vez más peligrosa a todos los niveles. La única institución íntegra es la del Ejército que vigila la situación de cerca y estudia sus opciones, todas ellas inquietantes y sin garantías.

La institución militar, representada por el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas y ministro de Defensa, Abdelfattah Sisi,  dio a la oposición y al poder un plazo de cinco días para solucionar la crisis o de lo contrario se pondría de parte del pueblo e intervendría para impedir el colapso del Estado y sus instituciones. Ese plazo concluye hoy y la crisis sigue como estaba si no peor. ¿Qué va a ser lo siguiente? ¿El Ejército cumplirá sus amenazas, se hará con el poder y declarará el estado de excepción y la ley marcial?

La posibilidad de las soluciones intermedias es inexistente ya que cada una de las partes de la crisis se atrinchera en su posición y se niega a dar marcha atrás ni un solo milímetro. Los opositores del presidente Mursi corean lemas pidiendo la marcha del presidente y elecciones presidenciales anticipadas desde antes de las protestas de ayer. Por su parte los partidarios del presidente insisten en que él le respalda la legitimidad al haber sido elegido por el pueblo y debe seguir en la Presidencia otros tres años más.

El presidente no se va a marchar respondiendo a las manifestaciones que así se lo piden aunque salgan millones de personas a la calle, pero se verá obligado a hacerlo si interviene el Ejército y se hace con el poder al igual que sucedió tras la revolución del 25 de enero aunque esta vez con una gran diferencia: el presidente Mursi es un presidente elegido y apoyado por un amplio sector de la población y el presidente Mubarak era odiado por la mayoría aplastante de los egipcios.

Supongamos que el Ejército egipcio interviene y asume el poder cumpliendo sus amenazas y encuentra que este paso es bien recibido por el pueblo ¿Recibirá tan bien la élite egipcia, la del poder y la de la oposición, esa intervención? Si no acepta ese paso, y ya la hemos oído corear antes «que caiga el gobierno militar», ¿cómo va a reaccionar? ¿Se echará a la calle?

Añadimos otra pregunta necesaria: si el presidente Mursi se somete a las demandas de la oposición, acepta las elecciones anticipadas y estas se celebran y las vuelve a ganar ¿aceptará la oposición los resultados de esos comicios? ¿Respetará la opinión del pueblo y la sentencia de las urnas o volverá de nuevo a las calles?

Miente quien diga que tiene las respuestas a estas preguntas o a alguna de ellas, porque el odio es el amo de la situación y la incitación contra el otro es el titular principal de la crisis. Es imposible plantear soluciones intermedias creativas por muy pacíficas y patrióticas que sean las intenciones de quien las plantee, y aunque ponga los intereses de Egipto por encima de cualquier consideración (…)

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