‘Dachra’, filme tunecino de terror

Artículo original de Jesús Palacios publicado en El Cultural.

La Mostra de València–Cinema del Mediterrani ofrecerá, dentro de la programación de su 36 edición, que se celebrará del 15 al 24 de octubre próximo, un escogido ciclo dedicado al cine fantástico de terror producido en los últimos años por varios países del ámbito árabe mediterráneo, como Egipto, Marruecos o Túnez, con cinco títulos que han sido referencia y éxito tanto de crítica como de público, pero que difícilmente han podido verse fuera de sus fronteras, con excepción de festivales especializados como Sitges y, a veces, ni siquiera eso. 

!Egipto es el país árabe con una industria cinematográfica más nutrida, popular y longeva. Ya en los años 40 y 50 encontramos películas que tocan el género, sean dramas fantásticos como The Ambassador of Hell (1945) o parodias inspiradas en los filmes de Abbott y Costello como House of Ghosts (1951) o Ismail and Abdel meets Frankenstein (1953). Poco después surge uno de sus mejores títulos: The Cursed Palace (1962), de Hasam Radha, un misterio gótico con bella heredera en peligro rodado con luces y sombras expresionistas y suspense hitchcockiano. Algunos aficionados consideran también asociado al género, al menos en su vertiente psicológica, el clásico Estación central (también conocido como Cairo Station, 1958), del maestro del cine egipcio Youssef Chahine, con su asesino maníaco sexual. Pero serán los 80 los que asistan a una eclosión de auténtico cine de terror, en la que destacan dos fenómenos seminales. Por un lado, el filme The Humans and The Jinns (1985), de Mohamed Radi, drama sobrenatural sobre una joven acosada por un jinn (especie de demonio tradicional de la cultura árabe, capaz de adoptar forma humana, del que deriva el personaje del “genio”), protagonizado por la estrella egipcia Adel Emam, por aquella época popular por sus comedias, quien dio aquí un giro a su carrera. Al Ens Wa Al Jiin, por su título original, marcó a varias generaciones, sobre todo a lo largo de la década siguiente, con sus frecuentes reposiciones en televisión, aterrorizando a los mismos niños que hoy adultos ruedan, escriben y ven historias de terror. El otro fenómeno sería la aparición del realizador Mohammed Sebl, fallecido en 1996, primer director egipcio especializado en terror a lo largo de su corta carrera, que comenzara con una psicotrónica versión de Rocky Horror Picture Show, titulada Anyab (1981), que cambia a Frankenstein por Drácula, verdadero clásico camp del cine árabe.»

«Aunque el epicentro de esta inesperada revolución está en Egipto, se ha extendido al resto de países musulmanes con una mínima estructura audiovisual y gobiernos de sesgo tolerante. Los Emiratos Árabes dieron la última oportunidad al veterano director Tobe Hooper, ya desaparecido, con Djinn (2013), cuyo guion firmado por David Tully es sorprendentemente fiel a las tradiciones islámicas sobre estos seres que conviven con humanos y ángeles, que suelen identificarse con nuestros demonios, aunque no lo sean exactamente. Si bien el filme fue recibido fríamente en Occidente, se convirtió en éxito en los países árabes, animando a los Emiratos a participar en otras producciones del género como Bloodline (2020) de Rami Yasin; la más conocida y alabada en Occidente Bajo la sombra (2016), del iraní afincado en Inglaterra Babak Anvari; o la serie juvenil Jinn (2019), producida por Amán y Jordania para Netflix. En la medida de sus posibilidades, los países del Norte de África se suman al género: Kandisha, firmada por el marroquí Jérôme Cohen-Olivar, recupera la leyenda de Aisha Kandisha, mujer-ogro magrebí, para crear un denso thriller entre lo psicológico y lo sobrenatural, con trasfondo de crítica al abuso de la mujer en su país; mientras, Abdulhamid Bouchnak, de Túnez, ofrece con Dachra una historia de folk horror que bebe de La matanza de TexasEl proyecto de la bruja de Blair o El hombre de mimbre. Ambas se verán en la Mostra. ”

 

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